La verdad sobre el Trap

El trap muchas veces se categoriza como música «underground«. Según Yung Beef, él es un «hijo del joseo (el hustling)» y hace «música de vender drogas«. Aunque estos sean sus orígenes, se podría decir que en el panorama actual es tan solo una rama del género. Este «movimiento» surge en el Albaicín, entre los «niños de Calle Elvira». Yung Beef se autoproclama, muy justamente, como el creador del movimiento a nivel patrio; «he creao una escena porque no tenía pa’ cena«. En uno de sus primeros temas, El Seco canta; «esto que grabamos se paga vendiendo gramos«. El trap a ojos de ‘Beefie’ nace de la necesidad, nace en y de la calle, y se basa en tres pilares: la droga, el sexo y el joseo.

Cuando Fernando pasa de ser El Seco Boy a Yung Beef deja atrás a los Kefta Boyz y crea Pxxr Gvng. El nombre de la banda enfatiza la importancia de la pobreza para la identidad de los artistas; «tú no eres un goonie, tus padres tienen dinero«. Cualquiera puede apreciar la necesidad constante entre Yung Beef y sus discípulos de reafirmar su identidad como traperos, de ser ‘real’. Esta curiosa reiteración, centra la cualidad tener ‘calle’ como requisito para ser ‘trap’, pero no justifica ni la imagen, ni la música de la mayoría de los artistas cobijados bajo la sombra del término.

Dellafuente, paisano de los Kefta, también es de origen humilde, marcado por una identidad artística con un imborrable orgullo de barrio. En oposición con Los Pobres, las canciones de Della denotan un espíritu de protesta casi política. Estos temas intentan documentar los esfuerzos de los suyos por salir adelante y conseguir una vida mejor. Mientras tanto, el Seco coquetea con la idea «de seguir en lo malo pa’ que suene más gitano«. A pesar de sus cimientos, Dellafuente parece estar cambiado de dirección, y su propuesta de «Me Pelea» como canción del verano le distancia de sus orígenes humildes.

Los polémicos hermanos Kinder Malo y Pimp Flaco empezaron cantando sobre su vida en los barrios bajos de Barcelona, un trapicheo marcado por una ingeniosa chulería. Al perder a su padre a temprana edad, descubrimos otro punto común entre ellos y los artistas previamente vistos (Dellafuente y Los Santos); la devoción hacia la madre. Kinder Malo canta en ‘Toyota’; «si estoy cantando hermano no es pa’ el Panamera, es pa’ quitar a mi madre de fregar escaleras«. Yung Beef tampoco se queda corto, en su icónico tema de ‘Beef Boy’ exclama; «mi madre llorando al ver mi cara en el periódico«. Dellafuente, más aferrado en lo cotidiano, dedica junto a su compañero flamenco Maka una canción entera a las amas de casa víctimas de su entorno; «gloria bendita pa’ las amas de casa, Que ponen corazón, En to’ lo que hacen y que mal lo pasan, su marido ha vuelto a prisión«. Los orígenes son sinónimos de pureza y de «calle» para estos ‘traperos’. Estos artistas, narran y canalizan sus experiencias a través de bases electrónicas, robadas o elementales, pero que rara vez dejan indiferente al oyente, sin olvidarse del autotune. Uno se da cuenta rápidamente que para ser trapero no hay que ser músico en el sentido tradicional de la palabra. De hecho, no necesitas tocar ningún instrumento ni saber cantar, tampoco es necesario componer letras bonitas o profundas.

La manera más simple de romper el anterior modelo de trap de ‘calle’ es observando al artista más famoso a nivel internacional; C. Tangana, con una reciente colaboración con artistas de la talla de Becky G. El madrileño es hijo de familia acomodada, antiguo estudiante de colegio privado, graduado universitario de filosofía y con experiencia musical como rapero. Puesto al lado de Yung Beef, sus biografías son casi antonímicas. Es verdad que el mismo Pucho ha tachado su música de ‘trap’ en múltiples entrevistas. De hecho, C. Tangana define el trap como una simple «etiqueta periodística». Pero no son solo los periódicos quienes llaman a su música ‘trap’, también sus fans.

Podría continuar enumerando a otros artistas célebres como La Zowi, Cecilio G, Bejo y Rels B, entre otros muchos, y contrastar su identidad de alter ego de artistas con su etiqueta preferida, pero creo que con los casos prácticos anteriores se puede llegar a una conclusión. Estos artistas comparten un panorama, comparten «beefs». Aunque C. Tangana declare su independencia del género, su competición por el trono del trap con Yung Beef fue evidente con la sesión de disstracks veraniega. Por lo tanto, yo opino que el término trap se utiliza como término englobador para clasificar a artistas urbanos, inspirados por una vida de barrio, independientemente de la clase.

Muchos críticos ya han afirmado que el trap es el nuevo punk de España; cualquiera puede ser trapero. Para ser trapero solo hace falta un ordenador con una base potente y autotune para musicalizar la voz. Aunque la popularización del trap está haciendo que el género evolucione en direcciones divergentes e insospechadas, mi opinión se mantiene firme en que el trap es la voz de la juventud española hija de la crisis; joseadora y con necesidad de evadirse y evolucionar.

Casilda García López